La competitividad es una característica intrínseca del ser humano. Vivimos en un mundo acelerado, competimos en el deporte, en el trabajo, en la política, en los negocios, en todo. Y parece que ganar es siempre el objetivo.
Sin embargo, no nos damos cuenta que esa competitiva muchas veces nos desenfoca de lo que realmente deberíamos considerar como éxito; que es el hecho de aprender a dar lo mejor de nosotros mismos, progresar, buscar nuevas estrategias para superarnos, descubrir y aprender de nuestros errores y buscar nuevas soluciones para mejorar.
Hace más de siglo y medio, el Barón Pierre de Coubertin, fundador de los juegos Olímpicos, decía que:
“Lo más importante del deporte no es ganar, sino participar, porque lo esencial en la vida no es el éxito, sino esforzarse por conseguirlo.”
Una frase que nos recuerda que el éxito tiene que ver con factores internos, claro que con externos también. Sin embargo, si ponemos los factores externos como meta principal, estos puede crear ansiedad porque no siempre vamos a poder alcanzarlos.
En cambio, si nos centramos en el esfuerzo y el proceso, estaremos desarrollando todo nuestro potencial.